5/02/05
Hola a todos.
La Farsa toca a su fin. Del primero al último en haber participado en ella, todos somos culpables. Todos hemos aferrado los látigos, echado sal sobre la carne viva, trenzado la corona de espinas; nuestras almas son hoy un poco más negras. Todos somos Lucifer.
Bien es cierto que empezaron ellos; con su estulticia soberana, su ciega impertinencia, su capricho autodestructivo y dictatorial, mutilaron con cuchillos de simonía y avaricia los renuevos brotados de entre las lágrimas, violaron las tumbas de los olvidados por imperativo legal entre los cardos, degollaron a la verdad; sus mohosos sicofantes sumieron la continencia y el orgullo de un pueblo en la inmundicia, pudrieron los silencios comprimidos entre dientes y escupieron sobre los esfuerzos y renuncias de una generación; y nosotras, sublevadas ante tamaña afrenta, nos revolvimos con furia y golpeamos, con pulso firme y certero, quizás allí donde más fácil era, y descubrimos que se puede ascender en funicular hasta el Gólgota, pero que no se puede retornar, que una vez asegurada la portezuela no hay manera de girar sobre las ruedas, detener el vagón a mitad de trayecto o tan siquiera apearse en marcha, que después de quedar atrapado en la cabina no cabe más remedio que continuar hasta el final.
Todo se ha cumplido. La enfermedad de Letizia entra ahora en una fase de rapidísimo declive que apenas dará margen para plegar velas y tratar de salvar algunos barriles de tradición en conserva y credibilidad. Y la “clase” más baja de todas, la nauseabunda y autocomplaciente piara de gasterópodos autodenominada “profesionales de la información” lo sabe, y reacciona como le corresponde. De su sempiterna mediocridad en la forma no nos queda ya nada de lo que pasmarnos, treinta años de “libertad” han sido suficientes para ver lo que dan de si; pero este capítulo ha servido para desvelar el auténtico calado en brazas de su ignominioso fondo, y al tomar lecturas de la profundidad nos hemos quedado todos patitiesos.
Ha llegado pues la hora de desmarcarse de la princesa, de nadar y guardar la ropa, de jugar con dos barajas al baboseo veteado de ironía fina, con el fin de clamar agudez retroactiva sea cual sea el alcance final del batacazo que se aproxima; y claro, como las gallinetas y mariposazos de la prensa, “rosa” o “azul”, carecen de la capacidad imaginativa e intelectual necesaria para desplegar la sutileza necesaria, han tenido que recurrir al único lugar donde desde el primer día en que se graznó el anuncio de este desaguisado se ha mantenido una postura lúcida, reflexiva y coherente...¿adivináis de quien estamos hablando?; de nosotras. De vosotros.
Desde el primer momento nos preocupamos de dejar bien clara nuestra idea central; no buscábamos ser creídas, no queríamos ser creídas, el hecho de que miles de personas estuvieran dispuestas a conceder más credibilidad a una sarta de “boutades” (otra palabrita que se han aprendido en jueves los best-selleros), lanzadas al éter por Dios sabe quien, con Dios sabe que intenciones, y que al principio no sonaban a otra cosa que a comadreo chusco y a pura locura (ahora ya no tanto, ¿verdad?...que pena), era una prueba palpable de que existía un mal del cual nosotras podríamos habernos constituido en síntoma, de que el pueblo se daba cuenta de que estaba siendo manipulado y se rebelaba contra ello. Esa era nuestra moraleja. Esta situación era de por si lo suficientemente peligrosa y patética, pero no bastaba; pronto descubrimos con estupor que no es que los plumillas no denunciaran, con un tono entre alarmado y pomposamente aleccionador, el hecho de que por primera vez en treinta años se hubiera configurado Internet en un refugio Real contra la censura en nuestro país, no, que va, en vez eso lo que hicieron fue, con indescriptible sangre fría y el más pétreo sentido del cálculo, aficionarse a copiarnos. Y casi desde el principio comenzamos a encontrar, en artículos referidos al tema que nos desvela, ofrecidos en publicaciones nacionales o extranjeras, ideas, exposiciones o incluso frases completas que respondían prácticamente palabra por palabra a las construcciones estilísticas más burdas, recargadas y efectistas a encontrar en nuestros posts. Y no sólo nos copiaban a nosotras, por supuesto. De la noche a la mañana, como para apostillar la insipidez oportunista del gremio de los cortesanos, estos Foros se constituyeron en vanguardia; doquiera se escuchara una observación inteligente, un chascarrillo gracioso en los medios, referido al nihil obstat, se podía apostar la cabeza a que había salido de aquí...y así continuamos durante meses, engordando sus comisiones sin exigir derechos de autor, pero es que lo de esta vez ha ido demasiado lejos; porque mientras la cosa va de palabras, sacos en los que cada uno mete lo que quiere, (o lo que le dejan meter), siempre puede buscarse un espacio para la ambigüedad, pero cuando va de fotos, no hay por donde escurrir el bulto...
Queremos usar toda la proyección, si alguna, que pueda tener nuestro nombre, para denunciar que el tema central de la revista Hola, Biblia de las letrinas, (Sabater, tuerto entre ciegos, se apuntó ahí un buen tantillo; si el universo es esférico, y los extremos se tocan, en algún punto han de entrar en contacto la Divinidad y la mierda), que dicho tema central, como decimos, de la revista Hola Nº 3.158, con fecha 10 de Febrero de 2005, concretamente la comparación de vestuario y estilos entre las princesas de España y Jordania, es un plagio descarado y palmario de uno de los posts colgados con fecha 8 de Enero de 2005 en www.cotilleando.com. La denuncia del caso puede encontrarse en dicho web-site, a cargo de Betty Boop, la injuriada. Instamos a cualquier profesional de los medios que nos lea (aunque sea algun@ de los que nos copia), a que denuncie públicamente este inapelable y vergonzoso ROBO de la propiedad intelectual. Por supuesto que la intencionalidad de Hola con este reportaje es la mencionada anteriormente, la de nadar y guardar la ropa, pues aunque andan habitualmente bastante desinformados, incluso ellos han oído el doblar de las campanas, y se han arrojado de cabeza a la dinámica más fashion y audaz del momento, Kill your Idols. Tiene gracia como un@ puede llegar a sentir remordimientos cuando visiona ciertas fotos espeluznantes, y que sin embargo los “profesionales” (creedlo, a nosotras también nos parece de poco estilo repetir tanto este término), sean capaces de apretar el zapato sobre el cuello de su ex loada víctima con semejante ensañamiento hasta más allá del último estertor. Cosas veredes. Existió una vez un legionario (extranjero) que se hizo tatuar la palabra mierda en los párpados, y cada vez que veía al Ministro de Interior en la tele cerraba los ojos; había pertenecido a operaciones especiales, y sabía algunas cosas. That’s Life. Hasta que vuelva a ser necesario.
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